Dicen que a medida que nos vamos haciendo mayores, los
recuerdos de nuestra infancia se van borrando, como hilos de tela de araña que
se lleva el viento. Algunos se quedan bien aferrados a nuestra memoria y cuando
echamos la vista atrás y los recordamos, una sonrisa que tiene felicidad y
añoranza al mismo tiempo, se nos dibuja en la cara. Y eso es lo que pasa en
Castromocho y en sus gentes en días como hoy.
Este miércoles nos ha dejado Sagrario, y se nos vienen a la
memoria decenas de recuerdos suyos. Sus ojos claros, su moño perfecto, su risa,
los pasodobles que bailaba en la Solana con su hija Ana o su innolvidable voz
resonando en el entorno de Santa María cada día de la Romería, cuando tras la
procesión y después de la predicación su ‘¡Viva la Reina de los Ángeles!’
seguido de un enérgico ‘¡Guapa!’ era la señal de que Nuestra Reina debía volver
a casa hasta el año próximo.
Sagrario, nuestra Sagrario, era fiel y devota de la Reina de
los Ángeles. A los pies de su manto le rezó y le cantó miles de salves. Y en
ella sin duda pensaba desde Madrid, a donde partió junto a su marido y sus
hijos hace años pero con el pueblo, su pueblo, siempre en su corazón.
Sagrario, ya estas con la Reina de los Ángeles síguele
diciendo ¡Guapa!, que muchos de nosotros no dejaremos de rezarle una Salve sin
pensar en ti. Descansa en paz.