No había nacido en Castromocho y no llevaba mucho tiempo viviendo en nuestro pueblo pero Jacinta tenía algo especial.
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Llegó junto a su marido acompañando a su hijo Celestino, que se convirtió hace unos años en el pastor que trabajaba en casa de la familia Clérigo y enseguida, Jacinta, se hizo querer.
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Fiel centinela de las viviendas ubicadas en la Calle de Abajo y en la Cuesta de San Antón no era extraño verla apoyada en la esquina de su casa con la de Basi, hablando con las vecinas, compartiendo charlas con Mari o simplemente pendiente de todo, porque a Jacinta, no se le escapaba una.
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Pasó varias semanas con un pañuelo azul marino para el cuello colgando de su ventana, a la espera de encontrar a su propietaria, y vaya si la encontró, porque empeñada como estaba en devolvérselo a su dueño no dejó de buscarla hasta que la localizó.
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Fiel a las partidas de cada tarde hoy habrá otra silla vacía en El Sindicato, porque Jacinta se ha marchado y aunque ella no lo sepa, o tal vez sí, ha dejado un vacío muy grande en su familia y en los vecinos de Castromocho de los que era con todas las letras y pleno derecho UNA más.
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Desde aquí nuestro más sentido pésame a su esposo Santiago, a sus hijos y sus nietos.
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